Recuerdos en movimiento

Sin duda que el terremoto de Chile fue el tema de la semana; ahora que sé que todos mis amigos están bien me quedo un poco más tranquila, pero la verdad que da mucha tristeza ver lo que pasó y lo que está pasando. Ver la gente en la calle, sin casa, los saqueos por la falta de comida y agua… traté de no ver televisión, pero lo que vi me alcanzó para imaginar el resto.

Y pensé en todos aquellos sitios que caminé, en los que pasé días felices, en donde espero vivir algún día… pensé en mis amigos y sus familias, pese a que ellos dicen que están bien, que sus casas están en pie, y que han sufrido solo «daños materiales»… pensé y pensé y un solo sentimiento me nació: impotencia. Quisiera estar allá dando una mano, conteniendo, ayudando a limpiar y reconstruir; pero estoy acá tan lejos…

Pensé en las veces que dije: «voy a ir a visitarlos» y por una u otra cosa la prioridad siempre estuvo puesta en otro lado. Y ahora ¡qué cerca estuve de perderlos para siempre! Como se perdió el campanario de Arauco, que había resistido al terremoto del 60…

Los miro desde acá y siento una profunda tristeza; sin embargo ellos me consuelan y dicen con serenidad que están acostumbrados a esto. Tal vez por eso estaban preparados y la tragedia no fue mayor, porque ¡pucha que fue fuerte el asunto! Lo que me impactó fue el poder del Facebook, de internet… nos mantuvimos todos comunicados, intercambiando noticias, fotos, relatos, testimonios, palabras de aliento, y así el mal trago pasó de mejor manera.

Cuando uno anda por Chile, sobre todo por el sur, los testimonios del terremoto de 1960 saltan a cada paso. En algunos lugares, casi como marcando un antes y un después en la historia de la zona. Creo que para los lugares queridos que tengo en Chile pasará lo mismo con este nuevo sismo.

La primera vez que alguien me habló del terremoto más fuerte que se tenga registro en el mundo fue cuando llegué a Arauco y me dijeron que el campanario era un sobreviviente de aquel sismo. Se había caído toda la iglesia, excepto los pilares de la nave central y el campanario, que milagrosamente quedó parado y se convirtió en un símbolo de Arauco. Hoy, lamentablemente, el campanario se cayó…

Luego fue en Lota. El palacio de los Cousiño, enclavado en medio de los jardines que recibió doña Isidora como regalo de su marido, era de un esplendor inigualable. Como tantos edificos, se perdió en aquel terremoto. Cuando estuve en el Parque de Lota, sobre los terrenos donde estaba aquel magnífico edificio había un rosedal. La abuela de Ethel nos dijo que ella paseaba alrededor de la casa con su marido cuando eran novios, y que hasta tenían fotografías. Siempre queda el recuerdo.

En Chiloé los testimonios se multiplicaron. Ellos estuvieron más cerca del epicentro en el 60 que mi querida VIII región, que sufrió más en este 2010. En el micro llegando a Ancud, el señor que se ofreció a ayudarme señaló el «río» Pudeto y me dijo «esto era un río de verdad antes del terremoto; el puente era cortito. Durante el terremoto el terreno se hundió y ahora es esta entrada de mar, pero le seguimos diciendo río». El puente sobre el Pudeto debe tener más de un kilómetro de extensión actualmente.

En Chiloé cuando hablan de «el terremoto» es una referencia inequívoca a 1960. Hubo otros, pero ninguno como aquel. Hay testimonios de vecinos que dicen haber visto como la tierra se abría, se tragaba a tres vecinos y se volvía a cerrar. Me pregunto cómo se recuperaron de una visión tan horrorosa…

Fue en esa época cuando las iglesias de madera construídas por los jesuitas mostraron su nobleza: aún las más antiguas resistieron, tal vez perdieron algunos campanarios. La única que sufrió daños estructurales fue la de Ancud, que hoy no existe. Dicen que era majestuosa, y que en realidad podría haberse restaurado. Sea como fuere, está perdida.

En la Isla Grande también son muchos los testimonios de los tsunamis que vinieron a la cola del sismo; pero cuando algún viajero llega desde Valdivia, trae las historias de un pueblo que tras el violento sacudón tuvo que refugiarse en los cerros escapando del maremoto. Me contaban quienes caminaron la ciudad que en algunos lugares aún está la marca de las olas en la pared de las casas.

Imagino que estas historias se multiplicarán tras este terremoto ocurrido hace unos días. Imagino que para muchas personas en la VII y VIII región, el terremoto marcará un antes y un después. Quedarán visibles las huellas en el terreno, como las de su predecesor, y Chile se levantará nuevamente, como lo hizo 50 años atrás.

Creo que estas son las cosas que marcan el temple de un pueblo. Siempre me pregunté de dónde venía el aplomo y el patriotismo de los hermanos trasandinos, y creo que estas dificultades son capaces de fortalecer el espíritu de un pueblo. Desde aquí los miro,  hago mis oraciones por los que están sufriendo, los admiro como pueblo, miro mi propio país y sus terremotos políticos , rezo por la gente que también sufre a causa de ello y pienso: «cuánto nos falta por aprender!».

2 pensamientos en “Recuerdos en movimiento

  1. Regresando de mis vacaciones me topo con tremenda tragedia. Yo me lo agarré en el norte así que sólo sentí un temblor. Lindas palabras, rememoran mis viajes por esas latitudes, mi vacaciones con mi abuelita en casa de mis tíos en el campo. Muchos recuerdos que ahora están abajo. Espero que todas las cosas que se han hecho, la ayuda, llegue enterita a su destino.
    Cariños.
    Ps: Gracias por tu buenísima voluntad, tus datos turísticos me sirvieron de mucho en Bolivia.

    • Hola Camila!!
      Gracias por el comentario, me alegro que te haya servido la información que te pasé, luego me cuentas bien como fue el viaje.
      Respecto al terremoto… también espero que la ayuda llegue a destino y que la gente pueda volver a su vida pronto, que esta tragedia ayude a mejorar los mecanismos de prevención de estos desastres. Sé que tomará tiempo, pero como decía en el artículo, también sé que Chile podrá lograrlo!!
      Un abrazo y muchos saludos!!

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