No seas tibio

A partir de la lectura colectiva de la Divina Comedia

Ilustra: Gustave Doré

Infierno. Canto 3. Virgilio y Dante están ante las puertas del infierno, y el cartel allí es estremecedor: «Abandonen toda esperanza». Entrar allí implica cruzar el río en la barca del barquero Caronte, aquel al que los griegos ponían dos monedas para que los llevara.

Sin embargo, hay a orillas del río muchas almas que no cruzan; deambulan. Es Virgilio el que aclara la situación: «esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que vivieron sin merecer alabanza ni vituperio; están confundidas entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su seno por no ser menos hermoso, pero el profundo Infierno no quiere recibirlos por la gloria que podrían reportar a los demás culpables».

Me pareció tremendo lo que les pasa a quienes no se han comprometido con nada ni nadie: por buscar tanto su comodidad como la aprobación de todos, terminan sin ser aceptados por nadie. Nunca más cierto el dicho: no se puede quedar bien con Dios y con el diablo, porque al final, se terminará mal con todos.

El canto es una invitación a jugársela por lo que creemos, con convicción. No podemos mantenernos indiferentes, ni podemos pretender el favor general. Pero sí podemos pelear por aquello que consideramos valorable. Sólo así tendremos un lugar.