El arte del engaño

A partir de la lectura colectiva de la Divina Comedia

Infierno, canto 26. Por primera vez aparece una imagen estereotipada del infierno: el fuego quemando a los condenados. Hasta aquí habíamos visto lodo, sangre y pez ardiente; pero ahora aparece el fuego. Las llamas consumen a quienes utilizaron el fraude con finalidad política.

La imagen que me apareció fue la de los políticos corruptos; pero estos ardían en la pez. ¿Quiénes están aquí? Ulises, castigado por la creación del caballo con el cual engañaron a los troyanos para invadir la ciudad. Esto me causó de verdad mucho asombro.

Se castiga a Ulises por haber urdido una treta para ganar la guerra y conseguir el objetivo… los troyanos, por ser los vencidos, ¿no tienen condenados, sólo porque sus artilugios no han funcionado? ¿Es la guerra un buen ejemplo para ver el engaño?

Se me ocurren múltiples ejemplos modernos para ilustrar mejor este foso. Pienso en los neocolonialismos, aquellos funcionarios metropolitanos que encontraron que era más conveniente la independencia política de un territorio para tener una sujeción económica más económica de sostener, valga la redundancia. Y si, escondidos en el caballo de Troya de la libertad, generan ataduras y explotación aún más fuerte, siempre en pos de su propio beneficio. Pero el caballo no entra a puertas cerradas, sino que alguien debe abrirlas. Y siempre hay algún funcionario local que permite atravesar la puerta al «regalo», conciente de estas tretas… me pregunto si aquellos que venden a su patria por un buen pasar personal arden también en este foso.

Tal vez aquí encontré la vuelta al «no se trata de los que engañaron a aquellos a los que aconsejaban, sinode los consejeros del engaño» (Inf 26): el que abre la puerta engaña, pero ha recibido la idea de otro mayor que es el verdadero beneficiario. Si hubo un troyano que pactó con los griegos para dejar entrar el caballo, tal vez arda en otro sitio.

Hay muchos caballos de Troya que nos venden un bien personal sin importar los medios para alcanzarlos. Pienso en las estrategias de marketing, se me ocurre el greenwashing… plantear que un producto es amigable con el ambiente, o bueno para nosotros, cuando en realidad el beneficio es para la empresa. «Fortificado con vitamina C», no porque me haga bien sino porque es un buen conservante. «Una botella con menos plástico que cuida el ambiente», cuando en realidad la botella retornable cuida más el ambiente, la otra no es más que un contaminante más barato porque tiene menos material. Imagino que hoy arden en este foso más de un empleado de marketing.

Una vez más me pregunto por las intencionalidades. ¿Qué es el bien? ¿Basta con alcanzarlo sin importar los medios, o para llegar a él tengo que procurar que todos estén bien? Y una vez más, el camino a seguir es personal… pero yo no puedo dejar de reflexionar.