El arte siempre es una experiencia movilizante. Muchas veces son las obras las que movilizan. Otras veces, son las obras en concordancia con la vida de sus autores. Creo que este es el caso de la fotografía de Vivian Maier. Tan prolífica como desconocida, la obra (y la vida) de esta fotógrafa ha empezado a salir a la luz recientemente, provocando asombro y expectativa por todo lo que aún falta por saber de ella. Es que su cuantiosa obra permaneció oculta y desconocida a lo largo de su vida. Hoy en día, mientras sus sorprendentes imágenes se hacen conocidas en el mundo (la mayor parte de su trabajo permanece aún inédito) queda mucho por saber acerca de la enigmática mujer detrás del lente.
Pero empecemos por el principio de lo que sabemos. Vivian Maier nació en Nueva York en 1926. Fue una fotógrafa urbana aficionada, que dedicó su vida a trabajar como niñera. Como tenía un acento que parecía afrancesado, las personas más próximas creían que era francesa. De hecho, pasó algunos años de su juventud en Francia y fue a su regreso a los Estados Unidos se empleó como niñera tarea, a la que se dedicó casi toda su vida. En algún momento del año 1949, mientras aún vivía en Francia, Maier comenzó a sacar sus primeras fotos con un equipo amateur.
En 1951, a su regreso a los EEUU tras un viaje alrededor del mundo, consiguió un mejor equipo, y es a partir de 1956 cuando comenzó una etapa de trabajo más consistente y prolífica. En ese año se mudó a la North Shore, un suburbio de Chicago, donde una familia la empleó como niñera para sus tres hijos. Disfrutó allí del “lujo” de un laboratorio y de un baño privado, comodidades que le permitieron revelar y ampliar sus fotos. Desde entonces, recorría las calles con su cámara Rollerflex colgada al cuello, que como permitía encuadrar y enfocar mirando desde arriba, hacía que la persona no se percatara de que estaba siendo fotografiada. Vivian mantenía la cámara abajo, sobre su panza, y desde allí con furtivas miradas enfocaba y fotografiaba.
Cuando los niños de la familia crecieron, Vivian buscó otros empleos y con ello debió dejar de revelar sus películas. Sin embargo, siguió sacando fotos con la misma asiduidad. Los trabajos temporales y las mudanzas de familia en familia, obligaron a que sus negativos quedaran sin revelar ni imprimir, y su “colección de rollos” comenzó a crecer. Sus allegados (los niños que cuidaba y sus familias, ya que no poseía familia propia) sólo sabían que fotografiaba casi constantemente, pero nunca vieron sus fotos. De hecho, la propia Vivian falleció sin haber visto casi ninguno de los resultados de sus tomas finales.
Su obra solo salió a la luz pública luego de ser adquirida casi azarosamente en un remate en la ciudad de Chicago en el año 2007. En ese momento, un joven que escribía un libro de historia y necesitaba fotos de época, adquirió un cajón de negativos. Al analizarlos, se dio cuenta que tenían un inmenso valor. Compró el resto de los negativos, que suman entre 100.000 y 150,000. Con ellos y con una serie de objetos personales, como cartas, cassettes grabados, cintas de video, todos registrados por Vivian Maier, empezó a tratar de reconstruir la vida de esta fotógrafa escondida y revelar infructuosamente sus misterios. El resultado lo plasmó en el documental «finding Vivian Maier».
No sé si fue la muestra o el documental lo que más nos shockeó. Creo que fue la conjunción de ambos. La historia detrás de las fotos, detrás de la niñera misteriosa que salía a fotografiar, es realmente impactante. Excéntrica, violenta, paranoica, solitaria… pero a la vez capaz de captar el mundo con una agudeza impresionante.
Hay numerosos autorretratos de ella, donde se la ve alta, flaca, de mirada intensa, vestida con su sombrero de paño, tomando la fotografía desde abajo mientras ella miraba al frente. En muchos casos, se suscita la discusión de cómo hizo para tomar ciertas fotografías. Esta claro que usó un espejo, pero, ¿hasta dónde llega? Pasamos largo rato observando, pensando, dilucidando.
Hay numerosos retratos; destacan los de los niños, ya que muestra sobre todo niños sin infancia, niños adultos, niños sufridos. Hay miradas y rostros que interpelan de una manera terrible.
Hay también muchísimas fotografías espontáneas de la vida en Nueva York, de sus personas. En el documental, que recomiendo enormemente, se pueden observar sus filmaciones y grabaciones de audio, ya que no sólo fotografiaba de manera compulsiva sino que usó estos otros modos para registrar la vida y las voces de la ciudad.
Una experiencia de las más ricas y movilizantes que he vivido hasta ahora en este año. Aquí queda una galería con algunas de sus fotos que están expuestas en el FoLA hasta el 11 de junio.
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