Capacidad de maravillarnos

A partir de la lectura colectiva de la Divina Comedia

Paraíso, canto 32. San Bernardo va mostrando a Dante quiénes son los que ocupan cada pétalo de la rosa que se forma en torno a María, y por qué cada uno está donde está. Todo en la obra sigue una estricta geometría y gradación hasta el final: Aristóteles, a través de Santo Tomás, se cuela en cada parte del libro. Es interesante también abordar cómo, a lo largo del libro, se va explicando qué pasa con las almas de los que no conocieron a Cristo, sobre todo de aquellos que vivieron antes que él.

Finalmente concentran sus miradas en María, centro de luz, donde todos los bienaventurados han posado sus ojos. Y Bernardo dice que para ver al hijo de Dios, hay que orar pidiendo la gracia.

Cada día, ante las cosas de la vida, podemos orar y pedir la gracia de ver a Dios en lo que nos rodea. Esto implica centrarse en lo positivo, en los bienes que tenemos, que siempre están aunque sean tiempos oscuros. Ellos son la roca donde podemos afirmarnos para enfrentar la tempestad. El plato de comida caliente, el amigo que nos escucha, la noche de reposo sereno.

Mamerto Menapace decía una vez que no pidamos a Dios más maravillas, sino mayor capacidad para maravillarnos. Apreciar las bondades de las que disfrutamos, por pocas que parezcan, servirán de base a todas las demás que podamos alcanzar.