Caminar

Caminar te ayuda a reflexionar, a dejar fluir, te permite tomarte el tiempo para oxigenarte, pero también para que las ideas se acomoden. Es ponerse en movimiento pero a la vez relajarse. Tener la paciencia de ir a un ritmo lento, tomarse tiempo para llegar a la meta.

Durante las vacaciones, voy a todos lados caminando. En este último viaje caminé la mayor parte del tiempo sola; recuerdo los 5 km bajo el agua hasta los Saltos del Petrohué, entre el bosque y los cerros; el largo camino de ida y vuelta desde Quemchi a Aucar, subiendo y bajando las cuestas; y las caminatas por la playa en Quemchi, en Queilen, en Cucao… No fueron las únicas. Memorable fue atravesar la Isla del Sol en Bolivia con los chicos, dominando el lago Titicaca con la mirada; sentir en la Puna que un paso sigue a otro y seguimos en el mismo lugar, y ni que hablar de la «caminata por el cielo» en el Salar de Uyuni. Todas estas caminatas tienen una variable común: al ritmo del paso humano, el paisaje va cambiando lentamente, dándote tiempo de llenarte de él, de disfrutarlo hasta los más mínimos detalles, de captar la sutileza de estar un metro más adelante y que la perspectiva se vaya abriendo lentamente.

Me sorprendió el otro día volver a caminar por la ciudad. Siempre admiré caminando el cambio de color de la ciudad con las estaciones, aunque siempre tuve la sensación de que en la ciudad las distancias son más largas, aunque uno no camine más de 2 km… El otro día presté atención: hay demasiados elementos que te dan conciencia de la distancia recorrida. El horizonte es estrecho, unos pocos metros de un lado a otro de la calle. En ese marco, el paisaje se sucede con rapidez vertiginosa. Unos pocos pasos y zas! una casa quedó atrás. Cruzo una calle, luego otra, y voy teniendo dimensión de las cuadras recorridas.

Siempre me sentí afortunada de vivir en un barrio pueblo, sobre todo cuando me toca ir al centro y me bajo del colectivo al atardecer y escucho los pajaritos. En los últimos 3 años ha sido una bendición trabajar en un radio de 30 cuadras desde casa, y parece que la cosa continuará así.

Caminar es terapéutico. Salgo del colegio con la mochila cargada con la experiencia del día, y esas 15 a 20 cuadras en las que camino me sirven para procesar lo vivido. Los aciertos y fracasos de la clase. Las respuestas de los chicos. Lo que resultó de mis estrategias didácticas, lo que no salió. Lo que hubiera estado bueno, lo que sería interesante el año que viene. La pequeña satisfacción cotidiana.

El año pasado extrañé esa terapia cuando me esguincé y quedé desde Mayo condenada a viajar en colectivo. Esta semana me reencontré con mis caminatas diarias y con mi mp3. ¡Qué placer!

El año del tigre

Leía el otro día que el fin de semana pasado fue el año nuevo chino. Mi hermano me dijo que sí, y que en el barrio chino andaba el dragón visitando los negocios y trayendo prosperidad.

Me pregunté entonces de dónde habría salido el tema de los signos del horóscopo chino… bien es sabido que el zodíaco corresponde a las constelaciones ubicadas en la eclíptica, es decir, sobre el mismo plano de la traslación terrestre, y que el signo que se nos asigna es el de aquella constelación que acompaña al Sol en su movimiento aparente ese día, mientras que el ascendente es la constelación que se encontraba en el horizonte cuando nacimos. Pero ¿qué origen habría tenido el asignar un animal a cada año?

Según cuenta la leyenda, el Buda convocó a todos los animales para que se acercaran a él antes de que éste debiera partir de la tierra. Solo 12 animales vinieron a hacerle la despedida, en una especie de carrera en la que todos querían llegar primero, pero que para ello debían cruzar un río.

Se dice que la rata y el gato, que eran muy buenos amigos, eran los peores nadadores del reino animal. Sin embargo, ambos eran también muy inteligentes, por lo que decidieron que la mejor forma y la más rápida de cruzar a través del río era en la espalda de un buey. El buey, siendo un animal bueno, estuvo de acuerdo en cargarlos a través del río. Sin embargo, por haber un premio de por medio, la rata decidió, que para ganar debía hacer algo, y entonces lanzó al gato al agua. Es por eso que el gato se convirtió en el enemigo natural del ratón y del agua. Tras esto, la rata llegó a la orilla y reclamó el primer lugar en la carrera.

Seguido de cerca por el fuerte buey, que fue nombrado el 2º animal del zodiaco. Después del buey vino el tigre, quien explicó jadeando cómo luchó contra las corrientes. Pero su gran fuerza le hizo llegar a la orilla y convertirse en el 3º animal.

El 4º puesto del zodiaco fue para el conejo quien, gracias a su habilidad de saltar, pudo brincar de una orilla a otra. Explicó que estuvo a punto de caer al río si no hubiera sido por un tronco que flotaba en el agua. El quinto puesto fue para el dragón, quien pudo llegar volando. Este explicó que no pudo llegar primero dado que se detuvo a crear lluvia para ayudar a la gente y las criaturas de la tierra. Además, en la línea final encontró un conejo que se aferraba a un tronco, al que ayudó dándole un empujón con su aliento para que pudiera llegar a la orilla. Poco después se oyó al caballo galopando, al que la serpiente dio un susto haciéndolo caer, de forma que ésta llego en 6º lugar y el caballo en el 7º.

A poca distancia del lugar se encontraban la oveja, el mono y el gallo que se acercaban a la orilla río. Las tres criaturas se ayudaron entre sí para cruzar el río. El gallo construyó una balsa de madera para los tres animales. La oveja y el mono despejaron la maleza y finalmente, remando y remando consiguieron llegar a la orilla contraria.

El undécimo animal fue el perro. Aunque el perro debería haber obtenido un buen puesto ya que era el mejor nadador de todos los animales, se retrasó ya que necesitaba un baño después de la larga carrera y al ver el agua fresca del río no puedo resistirse. Justo cuando iba a darse por cerrada la carrera escuchó el gruñido de un pequeño cerdo. El cerdo comenzó la carrera hambriento por lo que al poco de empezar se dio un banquete y echó una siesta. Cuando despertó, continuó con la carrera y llegó justo para ser nombrado duodécimo animal del zodiaco. El gato llegó demasiado tarde (decimotercero) por lo que no pudo ganar ningún puesto en el calendario, convirtiéndose en enemigo de la rata para siempre.

Los chinos creen que el animal correspondiente a nuestro año lunar de nacimiento influencia profundamente nuestra personalidad, nuestras fortunas, y la manera en que respondemos a los diferentes acontecimientos del mundo. Pero además, según la filosofía china, todos estamos influenciados por los Cinco Elementos que conforman todas las materias (metal, agua, madera, fuego, y tierra). Estos elementos también alteran el carácter. El metal otorga fuerza de voluntad. El agua se relaciona con la sensibilidad y la persuasión. La madera aumenta la creatividad y la imaginación. El fuego proporciona dinamismo, energía, y pasión. La tierra inspira estabilidad, productividad, y sentido práctico.

La logia de Cádiz

En la escuela me enseñaron que los próceres son seres de pura virtud. Su lenguaje es pulcro y pulido, no tienen malas intenciones, tienen una conducta intachable, son heroicos y tienen un amor a la patria tal que solo piensan en dar la vida por ella. Todo lo que hicieron estuvo bien, y debemos imitarlos ciegamente, así como venerarlos.

Los próceres de mi escolaridad estaban puestos sobre un pedestal inalcanzable: no eran hombres: eran semidioses. Se nos mandaba a imitarlos, pero resultaba una tarea imposible. Tan lejanos y tan fríos eran, que finalmente perdieron su significado. Hoy hay feriados en su honor, pero los vemos como un día libre más y no recordamos por qué tenemos ese día.

Para mi cumpleaños del año pasado, mi papá me regaló un libro. Un libro con fundamento, y que con una investigación minuciosa como base, novela partes de la vida de José de San Martín, el «padre de la patria», el «libertador», «el santo de la espada», como ha dado en llamarlo la historia oficial. Sobre todo, gira sobre el histórico combate de San Lorenzo, del que se cumplió esta semana un nuevo aniversario.

Se nota que el libro está bien documentado, y por ello resulta emocionante. Muestra a un San Martín humano, con sus flaquezas, virtudes y defectos; y esa mirada humana lo hace más héroe que el pedestal de bronce donde estuvo colocado tantos años.

Por primera vez, alguien me dice los porqués de tantas cosas. Conocer las vacilaciones de pensamiento de este hombre, las cosas que dejó atrás con dolor, su forma común de hablar, que la historia supo traducir en frases más decorosas pero tan ribombantes como frías.

Un San Martín que vocifera es un San Martín pasional, humano, y pese a que se lo describe como una persona callada, observadora y fría, no es el frío del mármol. El relato de las batallas, los muertos, el verdadero coraje de exponer el pellejo en la lucha cuerpo a cuerpo… La renuncia a su vida personal por servir a la patria y la tristeza y remordimiento que ésto le causó; todo esto hacen de este hombre un verdadero ejemplo imitable: nos demuestra que nosotros, siendo personas corrientes como él, también podemos ejercitar nuestras virtudes y llegar a tener un espíritu grande. Vemos que no es un temple inalcanzable, sino que puede construirse con esfuerzo y voluntad.

Me impactó mucho el relato de la formación y entrenamiento del regimiento de Granaderos a Caballo, y confirmé aquello de que, hasta principios del siglo XX, fue considerado traidor en estas provincias pese a haber sido el libertador. También mostraban el viejo sensible ante la vida, que privilegiaba el juego de sus nietas antes que un objeto material como una medalla, por más gloria que pudiera representar. Un hombre que sabía dónde estaban las cosas importantes de la vida.

En un tiempo en que faltan tantos héroes, tantos ejemplos de rectitud y corrección, donde hay que formar personas que recuperen el patriotismo y nos permitan salir adelante, el libro me hizo sentir muy satisfecha: sin duda lo aplicaré en mis clases.

Y tuvo otra cosa buena: me dejó con inquietudes para seguir leyendo y buscando. Hace tiempo que no me pasaba eso. La presencia de John Parish como testigo del combate de San Lorenzo me llevó a mi biblioteca, a desempolvar un libro usado que compré allá por el 2003 al dicho de «cuando tenga tiempo lo leeré». Le llegó el tiempo a las «Cartas de Sudamérica, primera entrega», como para descubrir un poco más la historia cotidiana de este país, vista desde la óptica de un comerciante inglés.

Así que agradezco a mi padre el regalo y recomiendo este libro que, en cierta forma, me reconcilió un poco con la lectura de historia nacional.

El camino de regreso

Siempre Ismael Serrano tiene la palabra justa… y nunca nada mejor que esta canción para este preciso instante…

Hasta entonces nunca me habían aterrado
de esta forma los aeropuertos.
Lléname de abrazos, lléname de besos,
creo que anunciaron tu vuelo.
Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente,
y una fiera malholiente clava en mi alma sus afilados dientes.

Sus afilados dientes.

Quedo con el sabor metálico de la soledad
y deshojo el calendario.
Tengo miedo, tengo frío y dudo,
y hago repaso.
Fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado
esta historia y no sé, en verdad, si fue real.

Quién me iba a decir que te iba a encontrar una noche casual,
yo ejerciendo de torpe sentimental.
«¿Qué haces aquí? A punto estaba de marcharme,
qué bueno es encontrarte».

Y tú y yo inmóviles, y en torno a nosotros
giraban colores, pasaban horas, rostros.

Pasaban horas, rostros.

Pero nada de esto era importante,
«así que háblame de ti y no pares».
Apenas te dejaba la música con su metralla.
«Cuéntame cómo era todo antes».

Aunque seriamente dudo si en verdad hubo un antes,
sólo recuerdo bien, con nitidez, que hubo un después.

Entre empujones, entre la gente,
me acerco torpemente con taquicardia adolescente,
en aquel bar donde no entra ni un rayo de luz,
sé que fuera, sé que fuera amanece.

Sé que fuera amanece.

Nuevos reencuentros, nuevas confesiones, y de repente me veo
perdido en un aeropuerto,
con las pesadillas que día a día me acompañan, cotidianas,
con las que me atormento:

A qué son bailan tus caderas,
qué sudores te alimentan, tengo tanto miedo
de que olvides el camino de
regreso,
el camino de regreso.