Hace varios años, mis padres fueron a ver esta obra. En ese momento, el elenco estaba encabezado por Luis Brandoni y Alejandro Awada. Mi mamá, como tantas veces, me quemó la historia: me contó las principales sorpresas, y las problemáticas que surgían. Sin embargo, siempre me quedé con las ganas de verla.
Hace un tiempo vi que volvió, esta vez con nuevo elenco. Me dieron ganas de verla, pese a los grandes anticipos de mi mamá y a que los nuevos actores no me transmitían mucha confianza. Ambos salidos de la televisión, pero no de la televisión más trabajada, o de más calidad… o por lo menos de la que más me gusta mirar. Me hubiera encantado verla con el elenco original.
Pero estuvo más que bien así. Ambos protagonistas realmente me sorprendieron por su calidad. Cómo creció Diego Perez desde “el insoportable” de Tinelli de los años 90! Y Miguel Ángel Rodríguez me sorprendió también gratamente. Al margen de la actuación, uno cuando ve a los actores en vivo, se da cuenta de cómo son en realidad físicamente: me pareció un tipo gigante, sumamente alto; y me apenó verlo tan avejentado. Ambos están en escena, literalmente, toda la obra: son los primeros en entrar a escena y desde ese momento, permanecen allí hasta que se cierra el telón. Interactuando más o menos, participando más o menos, los dos están siempre allí. El elenco se completa con Pepe Monje, Julia Calvo y Johanna Francella (hija de Guillermo), que están también muy bien.
No es la primera obra donde el conflicto familiar está en el centro de la escena, ni creo que será la última. Es más, pienso que casi todas las obras que he visto se centran en dilemas familiares. En estos tiempos por los que atravieso, me resulta extraño que la familia sea para todos una temática tan principal y central de la vida (está claro, aclaro, que la que va a contramano soy yo). En todo caso, siempre el arte interpela no sólo a cada uno de manera diferente, sino a uno mismo de diferentes formas en distintos momentos.
Trataré de contar de qué trata, anticipando lo menos posible… no me gusta hacer lo que no me gusta que me hagan. En fin. Un día Enzo llega a su casa y al entrar por la cocina, se encuentra con que allí está un amigo que hace diez años que no ve. El reencuentro es para él sumamente emotivo. Poco a poco se van poniendo al día. Sin embargo, en la casa ha pasado algo terrible, y toda la familia está convulsionada.
Nada que uno no conozca: hay momentos en que todo queda al descubierto, y que uno se entera de cosas que a lo mejor no quisiera saber. O que se replantea las decisiones (irremediablemente) tomadas, y desearía que el tiempo volviera atrás y construir la vida de otra manera. Como dice el dicho popular: pasa en las mejores familias. Nada más cierto.
El diálogo es muy rico, con un fuerte tinte emocional, intenso y fuerte por momentos, gracioso por otros, tragicómico en general. Tiene una buena alternancia de momentos serios con salida a risa para descomprimir. Pero en general, es una obra alegre.
Salimos contentas, compartimos una cenita liviana y una cerveza en un bolichón de Corrientes, un té especiado con budín en “el gato negro”, y una conversación donde la obra, inevitablemente, se entretejía con los sucesos de nuestras propias vidas y con nuestra propia puesta al día.
Hermosa noche de sábado en Buenos Aires, bajo las luces de Corrientes.