El arte de la humilde flexibilidad

A partir de la lectura colectiva de la Divina Comedia

Purgatorio. Canto 1.

¿Quiénes sois vosotros que, contra el curso del tenebroso río, habéis huido de la prisión eterna? —dijo el anciano, agitando su barba venerable—. ¿Quién os ha guiado o quién os ha servido de antorcha para salir de la profunda noche, que hace que sea continuamente negro el valle infernal? ¿Así se han quebrantado las leyes del abismo? ¿O se ha dado quizá en el Cielo un nuevo derecho que os permite, a pesar de estar condenados, venir a mis playas? (Pur 1)

Imaginemos la sorpresa de Catón. Ve llegar a dos seres desde el infierno, donde nadie escapa, y pretenden avanzar sobre sus territorios. Me imagino el temor, la duda, la desconfianza. Luego, Virgilio le explica la situación, y por primera vez nos dice que ha sido llamado para salvar a Dante de la muerte: ha aparecido instantes de que Dante muriera. Pero el camino para esquivar ese destino fue largo, como estamos viendo.

En el Purgatorio «se purifica el espíritu humano y se hace digno de subir al Cielo» (Pur 1): desde el comienzo, Dante deberá lavar sus lágrimas y, como el junco, empezar a ser humilde, aprendiendo a doblegarse antes los embates de las olas. El camino del purgatorio tendrá que ver con ese aprendizaje: la humildad y la pureza.

Durante el infierno nos preguntábamos qué hacer con tanto mal. Empezábamos a pensar que las opciones frente al mal y el dolor son complejas y más dificultosas; y que una vez visto, padecido el mal, uno no es el mismo. Pero para empezar a salir del dolor, lo primero es dejar de llorar; y lo segundo, enjuagar las lágrimas.

La belleza de la analogía del junco radica en la capacidad de adaptación que nos propone. Somos juncos endebles, mecidos por las viscicitudes de la vida. Olas de alegría, olas de dolor. El que se queda rígido, terminará quebrado, erosionado, lastimado.

Ser flexibles es saber sobrellevar mejor el dolor, con la esperanza de que todo es pasajero y que podremos salir de allí. Ser flexibles es dejarnos transformar por las experiencias, sabiendo que los dolores dejan marcas y cicatrices, pero que con paciencia podremos sanarlas. Ser flexibles es sacar lo bueno de las situaciones, y tener la conciencia de que somos pequeños seres en el mar del mundo. Esa humildad de reconocer nuestra pequeñez es el principio de toda sanación.

Pero para tomar conciencia de nuestra pequeñez, debemos ver el mal… aunque este lastime. El infierno nos transforma. Aquí empezamos el camino de la regeneración. Todo lo que hemos visto, de todo lo que nos hemos compadecido en el infierno, se capitalizará en este camino.

Enjuaguemos las lágrimas, limpiemos nuestra cara, y aprendamos a ser flexibles y humildes. La recompensa se acerca cada vez más.