Cuatro días en Tandil

Se terminan las vacaciones… se hacen cortas las dos semanas. Pero estoy contenta porque este año pude volver a cumplir el proyecto de irme unos días a descansar por otros lados, a respirar otros aires. Tocó Tandil, a 360 km de la ciudad, y ahí nos fuimos, andando despacito, disfrutando de las postales pampeanas que aparecían en la ventanilla mientras tomábamos mate. Y fueron cuatro días muy relajantes y felices.

La ciudad

Tandil fue fundada por Martín Rodríguez en el año 1823 con el nombre de Fuerte Independencia. Como su nombre lo dice, era un fortín de avanzada en la campaña contra el indio, junto con Azul. El objetivo de estas campañas era la expansión de tierras para la ganadería. El fuerte se encontraba donde actualmente se ubica la plaza principal. Alrededor de ella se ubican los edificios principales: la catedral, la municipalidad, la universidad, un colegio. Tiene un plano en damero y me llamaron la atención dos cosas: la cantidad de plazas que tiene, y el cambio de nombre de las calles. En el damero central, éstas cambian 3 veces de nombre en pocas cuadras!!

Plaza Independencia y Catedral

Actualmente cuenta con unos 100.000 habitantes, y su crecimiento se nota en el boom de la construcción en altura: pudimos notar en las inmediaciones del centro un conjunto de abundantes edificios de unos 10 pisos, muchos de diseño reciente, y cómo están en construcción muchos otros salpicados en la ciudad.

Plaza de Tandil

Las sierras

Lo que distingue a Tandil de otras ciudades pampeanas son las sierras. En la monotonía de la llanura, se destacan desde lejos como sombras elevándose en el horizonte, aunque esta vez las cenizas del volcán Puyehue nos arruinaron la visión y nos develaron las sierras cuando estábamos llegando. Pertenecen al sistema de Tandilia, y forman una sucesión de serranías bajas, redondeadas, a veces tabulares, que no llegan a elevarse 300 metros sobre el nivel del mar y que llegan hasta el mar formando el Cabo Corrientes en Mar del Plata.

Desde la sierra de la Cascada

En Tandil precisamente se encuentran los cerros más elevados del cordón. Las sierras están compuestas por rocas del Precámbrico, es decir, al caminarlas uno está pisando las rocas emergidas más antiguas del planeta. Por ello, son rocas graníticas extremadamente duras, que resisten a la erosión. De esta manera, es posible ver los peñones desnudos y trepar entre rocas rajadas por la constante disgregación causada por los cambios de temperatura y el agua que se cuela en sus rendijas.

Los paseos

Las sierras son su principal atractivo, de hecho, son lo que diferencian a la ciudad de cualquier otro pueblo pampeano. Hay múltiples paseos para hacer disfrutando de las sierras; creo que los hemos agotado todos!!

– El Parque de la Independencia: se ubica sobre uno de los cerros enclavados en la ciudad. El inicio de la subida está marcado por un arco, y en la cima encontramos el fuerte y el monumento a Martín Rodríguez que parece custodiar la ciudad desde lo alto. Desde allí hay una linda panorámica de la ciudad; es un buen paseo para hacer a pie. Al pie del cerro hay un anfiteatro donde todos los Viernes Santos representan un Vía Crucis viviente.

Panorámica desde el Parque Independencia

– El paseo del lago:  tras el cerro del Parque de la Independencia hay un lago artificial que sirve de reservorio de agua a la ciudad. Allí hay una senda aeróbica de unos 4 kilómetros de extensión que va rodeando el lago. A su lado encontramos también un camping y el mercado artesanal, además de las piletas municipales. Es un espacio muy lindo para caminar, para tomar unos mates como hicimos nosotros, mirando los patos que van y vienen.

Paseo del Lago

El cerro Calvario: Tandil es la capital nacional de la Semana Santa. Cuando era chica, mi padre nos llevó una vez desviándonos de nuestro retorno desde la costa. Recuerdo muy bien haber subido el Calvario, y cómo me impresionaron las esculturas de las 14 estaciones del vía crucis. El cerro está cubierto de bosques de eucaliptos; desde lejos lo primero que se aprecia es la gran escalinata central y la cruz de más de 20 metros de altura que hay en su cima. El vía crucis es un camino serpenteante entre el bosque que va ascendiendo hasta llegar a la estación número 12, que es la cruz gigante que corona el cerro. La iglesia es muy bella, parece de un cuento, y el ambiente del cerro es tranquilo como para la reflexión de quien quiera tener un momento de meditación.

El cerrito de San Martín: es un parque más pequeño, encerrado por la ciudad, donde hay un monumento al Libertador de unos 3 metros de altura. A sus pies nos sentamos a tomar unos mates al atardecer. La cuesta es suave, de rocas aflorantes, y el paseo super tranquilo.

Atardecer en el Cerrito

El Cerro Centinela: un poco alejado de la ciudad está el cerro Centinela, que debe su nombre a un gran bloque de granito redondeado que parece vigilar la ciudad a la distancia. Estos días estaba lleno de aromos en flor, y desde allí obtuvimos una vista muy linda de la ciudad como del campo que lo rodea. Hay una aerosilla que cruza a la casa de te ubicada al otro lado; sin embargo nos quedamos a comer unos lomitos en la cafetería que estaban muy buenos!!

El Centinela

El Cerro La Movediza. También está un poco retirado de la ciudad; este cerro fue el centro de la mayor atracción de Tandil: la piedra movediza, que era un bloque granítico inmenso que estaba en una posición de equilibrio sobre las otras rocas. La piedra oscilaba, y los visitantes que trepaban hasta allí colocaban botellas bajo ella para que las quebrara. Otros intrépidos se trepaban a la roca, que finalmente se cayó en 1912. Hace unos años fue colocada una réplica, que pese a los esfuerzos, no nos resultó atractiva… tampoco la pasarela y la baranda que colocaron, que si bien da mayor seguridad, quita encanto al lugar. La antigua piedra yace al fondo de un barranco. No perdió un solo pedazo en su caída!!

Rocas en la base del cerro La Movediza

– La cascada. Saliendo de la ciudad encontramos una cascada que permite subir a la sierra. Nunca había podido escalar una sierra de Tandilia, pese a que las veo desde muy chica cada vez que viajo a la Costa. Bueno, llegó la hora, pude darme el gusto de caminar entre las rocas, subir hasta lo más alto y darme cuenta que siempre hay un punto más alto donde subir más allá!! Nos sentamos un buen rato entre las rocas a escuchar el agua caer, a contemplar el panorama a la distancia, un tanto nublado por las cenizas llegadas desde los Andes. El agua salta entre los bloques de granito y cae entre las rajaduras. Eso sí, había tanto barro para llegar al pie de la cascada que no pude evitar el resbalón y quedar toda manchada. Gajes del oficio!

La cascada

Una vuelta panorámica. Un paseo bonito fue tomar las rutas de acceso a la ciudad y circunvalarla; meterse en el campo y tener la perspectiva de las sierras. De hecho, por el frío, uno de nuestros almuerzos fue estacionados junto a una tranquera, mirando el panorama de sierras, cultivos ondulantes y molinos eólicos.

Alrededores de Tandil

El museo. El museo de la ciudad tiene una lógica de la museología antigua, es decir, cada sala tiene vitrinas de cosas sin demasiada explicación, colocadas allí como reliquias valiosas a causa de su antigüedad. Sin embargo, es interesante porque hay muchas fotos del Tandil de otro tiempo, de la movediza; hay también armada una farmacia de antaño, una pulpería, una oficina de telégrafo, y una colección abundante de carruajes de distintos tipos, incluyendo los usados para el transporte de granos antes de la llegada del ferrocarril.

Las comidas

No es algo que suela destacar en mis relatos de viaje, pero aquí me voy a detener, porque los lugares donde fuimos a comer no fueron simples lugares para comer, sino puntos pintorescos de la ciudad. Hay muchas casas antiguas, coloniales, rurales, que han sido acondicionadas para dar lugar a restaurantes y casas de picadas. Así visitamos Benicio y Pizuela, en la ciudad, donde comimos unas pizzas caseras fantásticas; Tiempo de Quesos, una quesería y casa de picadas que ocupa la casa más antigua de la ciudad, una esquina sin ochava de ladrillos y teja muslera. Y como no podíamos irnos sin comer picadas, fuimos a El boliche de Noli, un almacén en las afueras que sirve picadas y empanadas en un pequeño salón, y uno come mirando la sierra por la ventana de aquel boliche antiguo que te transporta a otro tiempo.

También hicimos nuestras propias picadas, esas que consisten en sentarse en algún lugar bonito a contemplar el paisaje con un pedazo de queso con ají en una mano y una rodaja de salamín de campo en la otra. Son las picadas más gustosas!! Y luego, nos volvimos comiendo picada en el auto por la ruta, para luego seguir mate y mate. Para ello nos compramos en un puesto de las afueras, «El Holandés», como un kilo de queso casero saborizado con albahaca uno y con ají el otro. Una delicia!!

Bueno, y tuvimos también nuestra torta y té en la casa de té del Calvario, una parada interesante para un día de frío como el que nos toco, que frustró todo programa de tomar mate a la intemperie como veníamos haciendo.

Mate en el regreso

Y este fue nuestro paseo, simple, sencillo, relajado. Espero no estarme olvidando de nada. Me gustó Tandil, y me alegra que esté tan cerca, porque da la posibilidad de que cada tanto uno se escape y disfrute del aire de las sierras.