Nací en el año 1982, año en el que San Lorenzo jugó en la B.
El club, aquejado por los problemas económicos, privado del Viejo Gasómetro ubicado en Avenida La Plata, enfrentó a Argentinos Juniors en la cancha de Ferro. Un punto hubiera permitido la permanencia, un mísero empate; sin embargo, San Lorenzo descendió pese a que la opinión pública en general había consideraddo que los equipos «grandes» no podían abandonar la primera. Años después, los jugadores declararon: «fue una sensación rara, nos habíamos ido a la B y la hinchada seguía gritando. Hasta nos ovacionaron cuando dejamos la cancha”.
El año que San Lorenzo estuvo en la B recaudaba por partido más que toda la fecha de la primera división. Los hinchas colmaban las canchas prestadas alentando al equipo. Mi papá, mi tío, mi primo, el vecino de enfrente, gente que hacía rato que no iban a la cancha, se pusieron la camiseta y seguían al equipo a donde fuera. Mi mamá, conmigo recién nacida, los escuchaba cantar cuando oficiaban de locales en Velez; ella cuenta que él siempre venía afónico. Y finalmente, el ciclón volvió a primera dos fechas antes del final del torneo.
Dos años después le tocaba a Racing, quien permaneció dos años sin volver.
Dice el dicho popular que un tropezón no es caída, que hay cosas que no son la muerte de nadie y que a los golpes se aprende. Increíble pero real, hoy le toca a River descender, a uno de los dos clubes emblema del país, dueño junto con Boca de un Superclásico que atrae montones de turistas cada vez que es jugado. Hoy mientras los hinchas de River lloran, los demás lo miramos atónitos por tv.
Que voy a decir, me surgen muchas cosas en este momento…
A mediados de la década del 90 escuchaba los partidos de River por la radio antes de irme a dormir. En mi cama, con los auriculares, los escuchaba jugar cuanta copa había y ganarla. Reconocía en River una institución fuerte que parecía imbatible. Tenía tantos jugadores buenos de reserva que podía armar hasta 3 equipos. La mitad de los jugadores del seleccionado sub-20 que yo seguía sin perder detalle provenían de River. ¿Cómo no sentir simpatía? Nada me hacía pensar que menos de 20 años después iba a ser un club vaciado y sin recambio que se iba al descenso. En ese sentido, River refleja la crisis institucional que padecemos. Quienes gobiernan nuestras instituciones suelen buscar sólo su propio rédito hipotecando el futuro de la institución. La mirada de lo que pasa con River es luz de alerta para los socios de otros clubes, responsables de las dirigencias que tienen, y nos debe llevar a todos a la reflexión de nuestras instituciones sociales en general.
Lo que me extraña (me extrañó y me extrañará siempre) es la personalidad de la hinchada. Voy a resumirlo en un testimonio, estas palabras las escuché con mis propias orejitas y me quedé atónita. Un hincha de River me dijo: «No puedo ni pensar ir a la B, nosotros somos River, comemos sushi, andamos en un BM, veraneamos en Cancún. No estamos para ir a comer mortadela, y andar en un Fiat 600 en San Clemente». ¿Qué tienen ellos de superior a todos los demás? Son un grupo humano como cualquier otro, con una identificación deportiva más o menos pasional como cualquier otro, lo único diferente es el color de la camiseta. Y creo que fue ese extraño ego el que los hundió, porque el susodicho hincha siguió: «Por eso estoy como mi nieto, en pañales, re cagado, porque yo creo que desciende».
Y eso se vio en el estadio… la hinchada muda en el momento en que el equipo más la necesitaba… como si esos jugadores fueran marionetas al servicio de las veleidades de grandeza de los espectadores. Pareciera que el equipo debe complacerte, en vez de formar un colectivo de identidad donde el jugador pone el esfuerzo y vos ponés el aliento reconociendo ese esfuerzo. En el último tiempo sólo escuchaba frases como «son unos pechos fríos» o «son unos muertos que ni se mueven». Y pensaba qué harías vos en ese lugar…
Y ni hablar de la violencia. Invadir la cancha, patear y empujar a tus propios jugadores, eso no tiene nombre. Romper tu propio estadio, lastimar a tu propio equipo, quemar tu propio club, eso no tiene perdón. ¿Qué clase de amor tenés por la institución? ¿Cuál es la razón que te lleva a ser hincha? ¿Pertenecés al club, o el club te pertenece? ¿Será que, como dice Agarrate Catalina, la gente común es violenta y esa violencia aflora hasta en los más pequeños hechos cotidianos? Porque convengamos, un partido de futbol es un partido de futbol, la vida continúa… es un espectáculo para disfrutar y nada más…
Lo cierto es que hoy el colegio estaba mudo… ya casi nadie cargaba… ¿será que todavía no lo podemos creer? ¿será la conciencia de que a cualquiera le puede pasar, de que nadie es intocable? Y empiezan a surgir entre los chicos argumentos que yo no había oído, como el negocio de la tele y demás. Al menos el episodio sirve para que la gente reflexione, diga lo que piensa… o al menos eso deseo desde mi habitual ingenuidad.