El amor en tiempos del cólera

Hace tiempo volvía de vacaciones, satisfecha pero melancólica como siempre después de cada viaje, y en el micro nos pasaron la película “El amor en tiempos del cólera”. Yo había escuchado que existía el libro, escrito por Gabriel García Márquez. Venía de leer, fascinada, “Cien años de soledad”, tantas veces recomendado. Entonces imaginé que aquella historia de amor de la película sería igual de fascinante para leer. Y no importaba perder la sorpresa de la historia, que ya había visto en aquel viaje de 24 horas, importaba el placer de leer.

Una vez más, la película no llega al nivel del libro, es muy buena, pero le falta esa riqueza propia del texto. El libro me lo compré meses después de aquel viaje, y durmió en mi biblioteca. Muchas veces en estos años lo vi en la biblioteca, y sentía como que me llamaba. Siempre tuve deseos de concretar finalmente la lectura. Y el momento se dio este primer verano en que, viviendo sola, tuve algo más de tiempo para disfrutarlo.

En la contratapa del libro anunciaban la historia de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza. Creo que es una historia de amor y punto. No me sorprendió encontrar un amor enfermo; si me sorprendió la determinación de Fermina, su inteligencia emocional para saber quién era su verdadero amor y construir relaciones cuasi saludables, y digo cuasi porque en la época en que se situa la novela, no era fácil pedir un amor saludable como lo podemos concebir hoy en día, donde la mujer tiene un rol paralelo al del hombre en la toma de decisiones.

La historia va llevando por los rincones de esta ciudad del Caribe. El relato sigue a uno de sus personajes hasta que se cruza con alguno de los otros, al que sigue hasta el próximo cruce. Así, como quien no quiere la cosa, va enlazando las historias individuales contándolas con lujo de detalles, tanto que parece que uno está allí, viviéndolas, sintiéndose presente.

Es raro que suceda que en el cine, y en la literatura también, que uno sienta empatía con todos los personajes; que sienta que todos son buenos: siempre hay un malo en las historias! Bueno, en esta historia los personajes generan empatías porque son, ante todo, muy humanos. Tienen virtudes, defectos, aciertos, vicios, pero son humanos. Con sus miserias y maldades, dolores y amores, ilusiones, sueños , logros, frustraciones. Es sobre todo la historia de un puñado de vidas como las nuestras, donde cada uno va haciendo su camino, sus elecciones, con la mejor ilusión, para luego promediar la vida con reflexiones, con autocríticas, volcando la sabiduría del tiempo vivido.

Es un libro que me encantó, como me encantó “Cien años de soledad”; que volvería a leer, como volvería a leer “Cien años de soledad”, por la riqueza de los detalles, de la descripción, lo puntilloso del relato. Y vuelve a reivindicar a Gabriel García Márquez, a quien dude en volver a leer luego de una mala experiencia en la secundaria (cómo puede ser que en vez de inculcar el gusto por leer, te lo quiten con tan malas elecciones?). Eso sí, me pareció mejor cerrada la historia que la de “Cien años…”, aunque igual de abrupta, no sé,  tan poético el libro, le daría unos párrafos más…

Esta novela romántica, sin golpes bajos, me entretuvo, me enriqueció durante unos cuantos días. Me la devoré pese a conocer el devenir de la historia de antemano, y quedé satisfecha en búsqueda de mi próxima novela.